Ser llamado ninja es ciertamente equiparable en elogios como ser llamado samurai, pese al poco favor que el cine ha creado. Inmersos en un mundo donde todo el mundo puede hablar, criticar e incluso insultar lo que desconoce por completo. Hablar del ninja como un asesino despiadado es de tal desacierto que sólo provoca tristeza por tal falta de desconocimiento. Se teme lo que se desconoce. Se critica lo que no se comprende.
Hace poco, en nuestro dojo de Fuengirola, conocí a un estupendo buyu de Córdoba, y hablábamos de lo maravilloso que tiene Bujinkan. Cómo dos personas, sin haberse visto antes, podían sincerarse y sentirse en familia en cuestión de minutos. El mensaje ninja no es un mensaje de terror, ni violencia ni odio, todo lo contrario, es un mensaje de cariño y paz, y por supuesto, del conocimiento de múltiples disciplinas de autodefensa (entre muchas otras).
Mostrar el verdadero espíritu de las Artes Marciales Tradicionales a las generaciones modernas me parece una misión, que como poco, es de luz. Dar un nuevo soplo de vida a este camino casi extinto donde ya no se busca paz sino violencia, el soberbia se impone a la humildad, y preferimos hablar antes que escuchar. Debemos luchar por ser el ejemplo de persona que queremos a nuestro alrededor. Tratemos de ser el ejemplo de ese Ninja no Kokoro (el corazón del ninja es benevolente) y seamos el ejemplo vivo del verdadero espíritu del budoka.
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