A veces, por no entrar en discusiones con otros, prefiero callar, pero a los míos, siempre os repetiré hasta la saciedad lo importante del entrenamiento duro y continuo a nivel físico.
Siempre intentamos evitar la parte física, muchos preferirían entrenar sólo la hora de técnicas y saltarse la hora de física, y algunos, los más "listillos" argumentan que en la calle no se puede calentar antes de una pelea. Es cierto. Aún así, no me justificaré en absoluto, que cada uno siga su camino.
Recuerdo leer al profesor Herrigel. Su maestro japonés de tiro con arco le decía algo así "el entrenamiento no comienza cuando entramos en el tatami, sino mucho antes; al menos, una hora antes, prepare su mente, su espíritu para lo que acontecerá en una hora, vaya concienciándose de que vamos a entrenar en una hora, que su cuerpo se vaya preparando, vaya mentalizándose". Qué grandes palabras.
Tampoco podemos olvidar que una correcta alimentación es muy importante y se verá reflejada en vuestro entrenamiento.
Antes de correr, nos sentamos, frente al kamiza, y permanecemos en mokuso un tiempo, para eliminar esos resquicios de todo lo que no sea entrenamiento, permanecer aquí y ahora, en el dojo. Esto es muy importante para dar más de uno mismo. Para evitar los conflictos "vida social-entrenamiento", para aunar, como tantas veces os repito, mente-corazón-cuerpo (shingitai). No podemos entrenar pensando en los problemas que nos esperan tras salir del dojo.
Empezamos con un sueve estiramiento y calentamiento general, para que no quede músculo sin calentar. Cuando la máquina esté a punto pasamos a un entrenamiento específico, enfocado a crear un cuerpo de artista marcial, trabajando los movimientos que luego nos servirán para las técnicas, como poseer unos golpes rápidos y firmes, una respuesta eficaz del sistema nervioso, una preparación articular que nos proteja cada vez más de luxaciones. En definitiva, que nuestro cuerpo se convierta en el instrumento ideal de nuestro espíritu y mente.
Si somos constantes en los entrenamientos, con el paso del tiempo, todo el cuerpo se convertirá en nuestra mejor arma. Sólo exigiéndonos a nosotros mismos cada día más lograremos llegar a algún lugar. Debemos llegar y sobreponernos a nuestro supuestos límites. Y tras un esfuerzo extenuante, cuando ya no nos queda aliento, llega el momento de estirar. Un correcto estiramiento de cada zona acompañado de una correcta respiración, logra restituir la energía, casi por completo, y evitaremos posibles lesiones futuras por pequeñas hipertonías que se terminan convirtiendo en graves contracturas.
El cuerpo debe llegar a ser duro o blando, rápido, y flexible según la ocasión lo requira. Pero siempre preparado y en calma.
Ahora... entrenad, entrenad y entrenad.